El 7% de la población en edad
escolar padece trastornos de déficit de atención e hiperactividad, un
diagnóstico a tiempo por parte del especialista es esencial para evitar que el
trastorno origines problemas serios de conducta en la adolescencia y la edad
adulta. Si tu hijo está más inquieto de lo normal, se muestra agresivo, tiene
una conducta irrespetuosa o se distrae constantemente es posible que padezca
trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH).
Muchos
menores con TDAH mejoran a medida que pasan los años por el progreso de la
maduración cerebral como por la adquisición de estrategias que permiten paliar
los síntomas. Esta dolencia, en muchos casos, persiste en la edad adulta, lo
que supone un importante perjuicio para la calidad de vida y la actividad
sociolaboral del individuo.
El
TDAH está causado por un desequilibrio químico en los neurotransmisores
cerebrales que se produce, en la mayor parte de los casos, por la falta de
madurez cerebral. Los niños que
padecen este trastorno tienen una mayor dificultad para prestar atención y para
controlar sus impulsos, aunque algunos de los síntomas también pueden aparecer
en menores sin el trastorno lo que hace muy importante realizar un diagnostico
apropiado.
El
TDAH puede diagnosticarse desde los cinco o seis años cuando llegan al colegio,
aunque síntomas como una llamativa inquietud pueden hacerse patentes antes. Sin
embargo, es cuando entran en la escuela cuando los padres afrontan el problema,
ya que observan que su hijo tiene dificultad para fijar los contenidos
académicos y/o respetar las normas del centro.
Sin
un correcto diagnóstico y tratamiento, existe un alto riesgo de fracaso escolar
y, lo que es peor aún, la posibilidad de que el niño adquiera una baja autoestima,
que una vez establecida será muy difícil de combatir, incluso aunque el niño
mejore su rendimiento, y que puede ser además la base de problemas de salud
mental más serios, como depresión, ansiedad o trastornos de la personalidad.
Otro
de los problemas que sufren los niños con TDAH sin diagnostico es su
impulsividad y su agresividad, tanto en el
colegio como en el ámbito familiar. En los casos más graves, esta impulsividad
está asociada a una actitud poco reflexiva y que, puede desembocar en conductas
adictivas en la adolescencia.
Han
identificado siete señales de alarma que
indican que un niño puede estar sufriendo esta patología: inquietud anormal,
interrupciones constantes al que está hablando, agresividad y conducta
irrespetuosa, distracción constante, desorganización, baja autoestima y bajo
rendimiento escolar.
A
pesar de que es vital que los niños se sometan a un tratamiento cuando sufren
este trastorno, si realmente no lo necesitan supone someter al menor a un riesgo innecesario, puesto que los fármacos
contra la TDAH no son inocuos y tienen efectos secundarios como la anorexia, la
pérdida de peso, el insomnio, molestias abdominales o hipertensión arterial.
Por tanto, estos medicamentos deben estar siempre indicados por el especialista
tras una valoración minuciosa de cada caso y con un seguimiento estrecho de la
evolución del paciente.
El periódico
Elabc.com 2013-09-19
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