A medida que las terapias han llevado hasta el 85%
las tasas de curación de las leucemias y otros tumores infantiles, los
especialistas comienzan a preocuparse más por su calidad de vida a largo plazo.
Las cosas han cambiado mucho en los últimos
años gracias a las mejoras en el
tratamiento: "Antes sólo nos preocupábamos de salvarles la vida a toda
costa; ahora, asumes que les vas a curar y te preocupa también la calidad de
vida posterior".
Dentro de ese cambio se incluye, por
ejemplo, la desaparición de la radioterapia en el tratamiento de los niños con
leucemia. Antes se radiaba a estos pequeños con la intención de reducir el
riesgo de recaídas en el sistema nervioso central; sin embargo, cuando se observaron
los efectos de los rayos X en la glándula tiroides, las alteraciones en las
hormonas sexuales y de crecimiento, incluso los trastornos cognitivos y de
atención por la radiación en el cerebro, la radioterapia se fue eliminando
hasta abandonarse definitivamente en los protocolos oficiales este mismo año.
Hoy en día, la leucemia lifoblástica aguda
(el cáncer infantil más
frecuente) se cura en el 85% de los casos con quimioterapia (el trasplante de
médula se reserva sólo para algunos casos en los que no hay respuesta o para
otros tipos de leucemia, como la mieloblástica). "Ésa es la buena noticia;
la mala es que los fármacos que usamos tienen algunas secuelas". Los
problemas cardiacos (sobre todo entre quienes toman antraciclinas) son los más
conocidos, aunque también puede haber déficits cognitivos, infertilidad,
raquitismo y baja estatura, o incluso segundos tumores.
Esta misma semana, la revista “Cancer
Epidemiology, Biomarkers and Prevention” publica una revisión con más de 1.100
personas que superaron un cáncer en su infancia que demuestra los daños renales
que persisten en la edad adulta a consecuencia de algunos tratamientos.
El reto actual de la hematoncología
pediátrica está en mantener y mejorar las tasas de curación con la menor dosis
posible de 'quimio'. Según un reportaje reciente publicado en “Nature”, al
menos un 25% de los niños que sobrevive a un tumor en su infancia tiene como
mínimo un trastorno grave de salud a lo largo de su vida.
Hasta ahora, este problema de los
supervivientes ha recibido poca atención y de hecho hay pocas publicaciones
sobre la calidad de vida de estos niños cuando llegan a la edad adulta.
En el caso de los niños, lo importante es
que tengan un adecuado seguimiento tanto por parte de su hematólogo como en su
centro de salud. "Tampoco es cuestión de convertir a niños que ya están
sanos en enfermos crónicos, ni en hacerles un estudio sobre todas las posibles
secuelas que pueden tener, porque en el 90% de los casos no les pasará nada,
pero sí es importante que su médico esté al tanto".
EL
periódico elmundo.com 2013-09-25
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