Hasta
hace bien poco, el ictus se consideraba una enfermedad propia de la tercera
edad, un trastorno que principalmente afectaba a las personas en las últimas
décadas de su vida. Sin embargo, cada vez hay más evidencias de que su amenaza
se está extendiendo también a los jóvenes.
Los últimos datos los aportan esta semana
dos artículos publicados en la revista 'The Lancet' que después de realizar
un análisis global de la cuestión en las últimas dos décadas, llegan a la
conclusión de que los infartos cerebrales son un problema creciente que debe
abordarse desde una nueva perspectiva.
Su análisis pormenorizado ha permitido
realizar una clara 'fotografía' de la dimensión del problema del ictus en el mundo,
que, entre otras cosas, ha demostrado que la 'cara' de la enfermedad es ahora
más joven que hace unos años.
"La proporción de personas jóvenes y
de mediana edad [edades comprendidas entre los 20 y los 64 años] ha crecido en
las últimas dos décadas", si bien se ha constatado que en ese periodo ha
aumentado la edad media de las personas que sufren un ictus, señalan los
investigadores.
En concreto, sus datos muestran que entre
1990 y 2010 se incrementó en un 25% la incidencia de infartos cerebrales entre
las personas cuyas edades oscilaban entre los 20 y los 64 años.
Según su análisis, cerca del 10% de las casi 53 millones de fallecimientos ocurridos en 2010
y alrededor del 4% de las discapacidades se
debieron directamente al infarto cerebral. Las cifras son significativamente
más altas que las de hace 20 años. Y la tendencia es al alza.
Aparte de la prevención, resulta clave
saber identificar los síntomas, ya que una vez aparezcan, "no hay tiempo
que perder. Cuanto antes se diagnostique y actuemos menor repercusión tendrá en
mortalidad y discapacidad", advierte el especialista español, también jefe
de servicio del Complejo Hospitalario de Navarra.
Algunas de las señales de alarma son:
"pérdida de fuerza brusca en la cara, brazo o pierna, endormecimiento de
alguna parte del cuerpo, pérdida súbita de la visión, alteración repentina del
habla o del entendimiento, dificultad para sonreír, dolor de cabeza de
intensidad inhabitual sin causa aparente". Ante estos signos, continúa
Gállego, "es importante que el paciente sepa que es una emergencia médica
de primer orden que debe ser atendida lo más rápidamente posible".
El periódico Elmundo.es 2013-10-24
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