Las
rabietas: suelen darse en los niños de tres años, aunque pueden aparecer antes
del año y persistir a partir de los tres años. Suele ser la respuesta a la baja
tolerancia a la frustración, en especial cuando el niño espera que sus
peticiones y deseos sean atendidos rápidamente o cuando no se le permite hacer
lo que quiere. También aparece cuando no logra hacer algo porque todavía no
tiene adquirida esa habilidad. No las puede controlar porque siente las
emociones pero no las entiende. Y entra en un conflicto constante entre la
búsqueda de autonomía y la dependencia física y emocional que tiene de sus
padres.
También
pueden aparecer para llamar la atención o porque tiene dificultad para expresar
un deseo o necesidad (cuando no entiendes lo que dice o todavía no saben
verbalizar lo que quieren).
¿Cómo
tenemos que reaccionar frente a una rabieta?
Cuando
la rabieta esté en curso y tenga como objetivo llamar la atención, la respuesta
más efectiva es ignorarla y seguir haciendo lo que estabas haciendo. Puedes separa
algún objeto peligroso del niño. Es mejor que no le hables, pero si le hablas
hazlo en un tono neutro.
Mantén
la calma. El comportamiento rebelde es parte de esta etapa evolutiva y no
significa que lo estés haciendo mal como padre ni que tu hijo sea un insolente.
Intenta
focalizar su atención hacia otra cosas como un juguete o una actividad que le
guste, canta una canción o léele un cuento.
Evita
la ambivalencia: intentar no dar a vuestro hijo mensajes contrarios, debéis
fijar las normas los dos padres (previo acuerdo), sobre lo que se le tiene que
permitir y lo que no al niño. Y así poder responder de la misma forma a quien
le aparezca la rabieta.
No
os riáis ni os burléis del comportamiento del niño, ya que podría sentirse
ofendido y hacer que la rabieta crezca en intensidad ye n duración.
Reacciona
con tranquilidad pero con firmeza, sin ceder a sus demandas. Es importante que
aprenda a manejar la frustración de pequeño sino tendrá graves problemas de
adolescente y de adulto. El niño aprende muy rápido entre negativas firmes y
las que puede cambiar con su intervención.
Cuando
la acabe la rabieta, es importante mostrarle nuestro afecto para que sienta que
le queremos , aunque no aceptaos ese comportamiento. Así, se le ayuda a
recuperar el control.
El
niño lo pasa muy mal durante la rabieta, ya que pierde por completo el control,
se asusta, y después tiene miedo de perder el afecto de sus padres. Por lo que
es muy importante, que después del episodio le mostremos afecto.
Al
final, las rabietas se producen porque el niño necesita ser orientado sobre lo
que puede y no puede hacer, porque pide atención exclusiva de las personas que
para él son importante (es una etapa en la que el niño es egocéntrico) o
simplemente quiere hacer presente que tiene voluntad propia.
Así
que, tranquilos, es algo normal que es importante para el desarrollo de
vuestros hijos. ¡Ah, y mucho ánimo!
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