Una de las enfermedades que
marcaron el final del siglo XX en Europa fue, sin duda, la conocida como 'mal
de las vacas locas'. A mediados de los 90, Reino Unido descubrió que el consumo
de carne de reses afectadas por una encefalopatía espongiforme estaba generando
en la población una nueva enfermedad que resultaba letal.
La variante de Creutzfeldt-Jakob (como
se bautizó la patología) provocó en pocos años decenas de muertos y muchos
cambios en la industria ganadera y alimentaria. Pero también dejó sobre el
tapete varias incertidumbres: ¿cuánta gente había estado expuesta a la
contaminación a través de la comida? ¿Podrían desarrollar la enfermedad tiempo
más tarde? Hasta la fecha, el número de personas que ha desarrollado la
enfermedad ha sido bajo (177 casos en Reino Unido y 51 en el resto del mundo),
pero sigue siendo una incógnita hasta qué punto se extendió la infección con
las proteínas causantes de la enfermedad.
Un trabajo publicado en la revista
“BritishMedical Journal” (BMJ) acaba de arrojar un poco más de luz en este
sentido y estima que uno de cada 2.000 británicos podrían ser portadores de los
priones responsables de la neurodegeneración.
Sin embargo, este trabajo no ha determinado
cuántos de ellos son realmente 'candidatos' a desarrollar la variante de
Creutzfeldt-Jakob a lo largo de su vida.
"Da la impresión de que hay muy pocas
personas susceptibles de desarrollar la enfermedad", explica Jesús de
Pedro, que dirige un equipo de investigación sobre enfermedades
neurodegenerativas en el departamento de Epidemiología Aplicada del CIBERNED.
En su opinión, dado que no se conoce a ciencia
cierta la evolución de la enfermedad, es necesario mantener las medidas de
control [por ejemplo en las transfusiones de sangre o en el uso de instrumental
quirúrgico] para evitar riesgos futuros.
El periódico elpais.com 2013-10-16
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