Para
muchos fumadores, los cigarrillos electrónicos se han convertido en su
salvación para esquivar la ley antitabaco. Allí donde no se puede encender un
pitillo tradicional sí se puede 'fumar' un cigarrillo electrónico (al menos, la
normativa no dice lo contrario). En teoría, estos dispositivos no contienen
nicotina, sin embargo varios análisis (uno de ellos de la agencia americana del
medicamento -FDA-) alertan de que además de esta sustancia, incluyen otras que
son cancerígenas y tóxicas. Por eso, la Organización Mundial de la Salud, de momento, recomienda no
usar los llamados 'e-cigs', al menos hasta que estudios serios e independientes
demuestren su seguridad.
Países como Australia han prohibido la
comercialización de los cigarrillos electrónicos. A esa medida se han sumado
también algunos estados de EEUU, pero el Gobierno español aún no se ha
pronunciado al respecto. Sólo la Agencia de Salud Pública de Cataluña ha optado
por aconsejar a los hospitales y los centros de salud que prohíban el empleo de
los 'e-cigs' en sus dependencias, por un principio de precaución.
A pesar de las advertencias y el
desconocimiento sobre sus efectos a largo plazo sobre la salud, este producto
está viviendo su mejor tiempo de gloria. No sólo está aumentando el número de
'e-smokers', también el de establecimientos monográficos que abren sus puertas
para vender "un producto que no es ilegal y tampoco legal", señala
Rodrigo Córdoba, miembro del Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo
(CNPT). Mientras existan consumidores interesados, esta alegalidad seguirá
siendo rentable. Según Euromonitor Internacional, una firma de investigación de
mercados que opera en varios países, su venta en los dos últimos años se
traduce en 500 millones de euros en Europa y se calcula que alcance los 2.000
millones en todo el mundo a finales de este año.
Y todo gracias a las promesas que proclaman
los propios fabricantes, que aseguran que este dispositivo electrónico "le
permitirá dejar de fumar". Un estudio publicado en la revista “American
Journal of Preventive Medicine” que la mayoría de quienes se enrolan en este hábito del 'vapeo', lo
consideran menos perjudicial que los cigarrillos de siempre y muchos (75,4%)
confían en que reducirán su consumo de tabaco. Pero ahora se suma un nuevo
reclamo: "Se puede utilizar en la mayoría de los sitios públicos" y,
al igual que "no es nocivo para su salud", tampoco "para la de
aquellos que le rodean (no hay riesgo de tabaquismo pasivo)", rezan los
anuncios publicitarios.
Para empezar a contar verdades, resaltan
los expertos consultados por EL MUNDO, no existe evidencia científica que
demuestre que el cigarrillo electrónico es eficaz para dejar de fumar. Sólo
estudios "puntuales, con una muestra muy pequeña, con metodología dudosa y
resultados poco significativos". El más reciente, difundido por la revista
“The Lancet”(2013), evaluaba la eficacia de los 'e-cigs' para abandonar el
consumo del tabaco. Las conclusiones no fueron muy halagüeñas. Sólo el 7,3% de
los usuarios dejó de fumar. Lo que más conseguía era reducir el consumo de
cigarrillos a la mitad cada día (en el 57% de los casos, frente al 41% con los
parches). Sin embargo, argumenta Córdoba, "varios estudios demuestran que
esta disminución apenas reduce el riesgo de cáncer de pulmón, bronquitis e
infarto". El objetivo médico, recuerda, es la abstinencia completa.
Por eso, la Organización Mudial de la Salud
(OMS) se pronunció este verano desaconsejando el uso de estos dispositivos
electrónicos, hasta que algún organismo regulador competente compruebe su
seguridad y efectividad. En 2009, la agencia americana del medicamento(FDA) analizó varias marcas de 'e-cigs' comercializadas en todo el mundo
y alertó de la presencia de sustancias cancerígenas (como la nitrosamina) y tóxicas (como el dietilenglicol, que es un
anticoagulante). No sólo comprobó que aun cuando el etiquetado no señalaba la
presencia de nicotina, los resultados mostraban lo contrario. También observó
algunos casos en los que "la cantidad real de nicotina era hasta siete
veces mayor de lo que indicaba la información del cartucho", afirma
Rodríguez Lozano. Además, la FDA constató que la mayoría de las marcas incluyen
grandes concentraciones de glicol de propileno, que es un irritante cuando se inhala,
y verificó la presencia de otros productos químicos.
El próximo 8 de octubre se votará la nueva
directiva europea de tabaco que incluye una propuesta acerca de los e-cigarrillos.
Sin embargo, la comunidad científica no tiene grandes expectativas en esta
reunión comunitaria. Hay muchos intereses por
medio. En EEUU, las empresas de tabaco tradicional están empezando a
introducirse en el mundo de los cigarrillos electrónicos, aparecen en anuncios
de televisión con nombres muy parecidos a las marcas habituales. En definitiva,
los lobbies de la industria tabaquera despliegan todas sus armas para evitar la
regulación y en ello invierten grandes cantidades de dinero.
El periódico elmundo.com 2013-10-08
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