martes, 8 de octubre de 2013

El limbo jurídico de los “e-cigarrillos”.

Para muchos fumadores, los cigarrillos electrónicos se han convertido en su salvación para esquivar la ley antitabaco. Allí donde no se puede encender un pitillo tradicional sí se puede 'fumar' un cigarrillo electrónico (al menos, la normativa no dice lo contrario). En teoría, estos dispositivos no contienen nicotina, sin embargo varios análisis (uno de ellos de la agencia americana del medicamento -FDA-) alertan de que además de esta sustancia, incluyen otras que son cancerígenas y tóxicas.  Por eso, la Organización Mundial de la Salud, de momento, recomienda no usar los llamados 'e-cigs', al menos hasta que estudios serios e independientes demuestren su seguridad.
Países como Australia han prohibido la comercialización de los cigarrillos electrónicos. A esa medida se han sumado también algunos estados de EEUU, pero el Gobierno español aún no se ha pronunciado al respecto. Sólo la Agencia de Salud Pública de Cataluña ha optado por aconsejar a los hospitales y los centros de salud que prohíban el empleo de los 'e-cigs' en sus dependencias, por un principio de precaución.
A pesar de las advertencias y el desconocimiento sobre sus efectos a largo plazo sobre la salud, este producto está viviendo su mejor tiempo de gloria. No sólo está aumentando el número de 'e-smokers', también el de establecimientos monográficos que abren sus puertas para vender "un producto que no es ilegal y tampoco legal", señala Rodrigo Córdoba, miembro del Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo (CNPT). Mientras existan consumidores interesados, esta alegalidad seguirá siendo rentable. Según Euromonitor Internacional, una firma de investigación de mercados que opera en varios países, su venta en los dos últimos años se traduce en 500 millones de euros en Europa y se calcula que alcance los 2.000 millones en todo el mundo a finales de este año.
Y todo gracias a las promesas que proclaman los propios fabricantes, que aseguran que este dispositivo electrónico "le permitirá dejar de fumar". Un estudio publicado en la revista “American Journal of Preventive Medicine”  que la mayoría de quienes se enrolan en este hábito del 'vapeo', lo consideran menos perjudicial que los cigarrillos de siempre y muchos (75,4%) confían en que reducirán su consumo de tabaco. Pero ahora se suma un nuevo reclamo: "Se puede utilizar en la mayoría de los sitios públicos" y, al igual que "no es nocivo para su salud", tampoco "para la de aquellos que le rodean (no hay riesgo de tabaquismo pasivo)", rezan los anuncios publicitarios.
Para empezar a contar verdades, resaltan los expertos consultados por EL MUNDO, no existe evidencia científica que demuestre que el cigarrillo electrónico es eficaz para dejar de fumar. Sólo estudios "puntuales, con una muestra muy pequeña, con metodología dudosa y resultados poco significativos". El más reciente, difundido por la revista “The Lancet”(2013), evaluaba la eficacia de los 'e-cigs' para abandonar el consumo del tabaco. Las conclusiones no fueron muy halagüeñas. Sólo el 7,3% de los usuarios dejó de fumar. Lo que más conseguía era reducir el consumo de cigarrillos a la mitad cada día (en el 57% de los casos, frente al 41% con los parches). Sin embargo, argumenta Córdoba, "varios estudios demuestran que esta disminución apenas reduce el riesgo de cáncer de pulmón, bronquitis e infarto". El objetivo médico, recuerda, es la abstinencia completa.
Por eso, la Organización Mudial de la Salud (OMS) se pronunció este verano desaconsejando el uso de estos dispositivos electrónicos, hasta que algún organismo regulador competente compruebe su seguridad y efectividad. En 2009, la agencia americana del medicamento(FDA) analizó varias marcas de 'e-cigs' comercializadas en todo el mundo y alertó de la presencia de sustancias cancerígenas (como la nitrosamina) y tóxicas (como el dietilenglicol, que es un anticoagulante). No sólo comprobó que aun cuando el etiquetado no señalaba la presencia de nicotina, los resultados mostraban lo contrario. También observó algunos casos en los que "la cantidad real de nicotina era hasta siete veces mayor de lo que indicaba la información del cartucho", afirma Rodríguez Lozano. Además, la FDA constató que la mayoría de las marcas incluyen grandes concentraciones de glicol de propileno, que es un irritante cuando se inhala, y verificó la presencia de otros productos químicos.
El próximo 8 de octubre se votará la nueva directiva europea de tabaco que incluye una propuesta acerca de los e-cigarrillos. Sin embargo, la comunidad científica no tiene grandes expectativas en esta reunión comunitaria. Hay muchos intereses por medio. En EEUU, las empresas de tabaco tradicional están empezando a introducirse en el mundo de los cigarrillos electrónicos, aparecen en anuncios de televisión con nombres muy parecidos a las marcas habituales. En definitiva, los lobbies de la industria tabaquera despliegan todas sus armas para evitar la regulación y en ello invierten grandes cantidades de dinero.

El periódico elmundo.com 2013-10-08

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