¿Qué mecanismos se ponen en marcha en
nuestro cuerpo para que aparezcan las ganas de comer y por qué?
El hambre es un impulso biológico muy
potente, como la sed o el sexo, que tiene por objeto mantener y preservar la
vida y la especie. Estamos diseñados para pasar hambre y buscar comida. De
hecho, el cuerpo se defiende mejor del hambre que de la abundancia y la sobrealimentación.
La sensación de hambre y saciedad se
produce en el cerebro, que es el gran regulador de la ingesta. Cuando la
hormona ghrelina, que se produce en el estómago, está alta, el cerebro procesa
esa información y produce la sensación de hambre para que busques alimento. Cuando
comemos, esta hormona baja y aparecen la colecistoquinina y las incretinas, que
se producen en el intestino, y son responsables de que nos sintamos saciados.
Los ciclos de luz también influyen en
nuestras ganas de comer. La oscuridad eleva la hormona leptina para asegurar
una sensación de saciedad durante la noche que nos permita descansar. Por la
mañana, aumenta la insulina, responsable de quemar los azúcares, que alcanza su
pico más alto hacia la una de la tarde. Por eso, sobre esa hora, casi todo el
mundo experimenta unas ganas terribles de comer.
Pero no solo es importante cuándo comemos
sino el qué. Hay alimentos con más efecto saciante, como las proteínas y los
hidratos de carbono, que actúan a nivel cerebral y frenan el hambre. La grasa,
sin embargo, enlentece el vaciado gástrico.
Aunque solemos confundirlo, no siempre que tenemos ganas de comer estamos ante un episodio de hambre.
Puede ser apetito o ansiedad. El primero es más selectivo y tiene que ver con
los sentidos y las motivaciones hedónicas. Por ejemplo, cuando percibimos el
olor de una pastelería o vemos un anuncio de chocolates. El segundo responde a
motivaciones emocionales, como la ansiedad, el estrés, la depresión, etc.
En este caso, en el control y regulación
del apetito influyen mecanismos neuronales de tipo voluntario condicionados por
factores externos, Por ejemplo el caso de las personas con gran carga de
trabajo que salen de casa casi sin desayunar, comen muy poco al mediodía,
porque no les da tiempo, y cuando llegan a casa de noche sienten un hambre
incontrolable y comen más de lo que deben.
Los expertos coinciden en que vivimos en
una sociedad sobrealimentada. Vivimos
en un ambiente obesogénico del que nos resulta metabólicamente difícil
defendernos. Los mecanismos de saciedad ya no funcionan tan bien en nosotros.
Este experto asegura que los seres humanos hemos sido diseñados para el ahorro
energético y, por ello, soportamos muy bien las épocas de escasez de alimento,
pero«no hemos podido adaptar nuestro cuerpo a una sociedad donde el alimento está
al alcance de nuestra mano.
Hoy en día todo el mundo come y bebe a
todas horas e interrumpe continuamente los mecanismo de hambre-saciedad. Recomiendan
aprender a servirse menos en el plato y a «escuchar» al cuerpo, que te dice
cuándo tienes que parar. La sobrealimentación produce enfermedades metabólicas
y obesidad porque el cuerpo almacena en forma de grasa todo lo que ingieres de
más. Nos recuerdan que hay que comer tres veces al día (desayuno, comida y
cena) y no saltarse ninguna comida para no llegar a la siguiente con excesiva
hambre.
Se puede hacer un snack a media mañana o a
media tarde si el intervalo entre las comidas principales se prolonga más de
seis-siete horas. Y esto tiene una explicación: cada seis horas se agotan las
reservas de glucógeno, productor de la glucosa,
que es la energía del cerebro. Si agotas completamente las reservas de
glucógeno, antes de que pongas en marcha el consumo de grasa, el cuerpo pone en
funcionamiento los mecanismos del hambre y la sensación es tan grande que acaba
en atracón.
El
periódico abc.es 2013-10-07
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